sábado, 22 de febrero de 2014

Un retrato de la humanidad 7

UN RETRATO DE LA HUMANIDAD


CAPÍTULO 7

LAS CONSECUENCIAS DE UNA MUERTE



A la mañana siguiente había un gran revuelo por la muerte de mi primera víctima. Todo el mundo estaba muy contento, lo celebraban. Nunca había sido un hombre muy respetado ni querido. 
Lo que me pareció más curioso de ese momento fue el hecho de que todos los que le habían acompañado en las reuniones, le habían apoyado, le habían adulado, se habían intentado acercar a él,... estuvieran ahora maldiciendo su nombre y celebrando su muerte.
La hipocresía humana es un fenómeno realmente estimulante e impactante para el casual y aventurado observador urbano. Y lo más curioso es que esa hipocresía se concentra en las ciudades y se acrecenta en los lugares en los que hay dinero en juego. 
Nadie buscaba un culpable al asesinato, pero si buscaban un sustituto para el asesinado. Alguien que ocupara su puesto.
Al final ascendieron a uno de mis jefes. Se lo merecía, era un hombre aplicado.
Yo seguía trabajando. Y mi trabajo iba dando sus frutos. Y esos frutos no pasaban desapercibidos para los altos cargos. 
El puesto del jefe que había ascendido al puesto de mi víctima fue ocupado por otro de mis jefes, y el puesto de ese segundo jefe fue ocupado por un tercero. Y el puesto de ese tercer jefe fue ocupado por mi.
En resumen, tenía a mi cargo a 3 hombres y contaba con un laboratorio entero para mi y mi equipo, además de cierta libertad de investigación.
Mientras yo y mi nombre ascendíamos en la empresa, pasaba lo mismo entre la prensa. Un joven de 19 años con un cargo importante en una de las mejores empresas de investigación continentales era una sorpresa, pero si donaba la mitad de lo que ganaba a la caridad era una noticia.
Así ocupe durante algunos días algunas páginas de diversos periódicos locales, regionales, autonómicos y hasta estatales. 
Por suerte, mi nombre nunca se relacionó con el de mi víctima.
La policía estaba más que consternada con el crimen. Hacía tiempo que no se veía un delito semejante en la localidad viguesa. Y lo más extraño era la falta de pruebas. Era el "crimen perfecto". No había huellas, no había marcas, no había indicios. Simplemente perfecto.
¿Me gustaba mi vida actual? Claro que si. Tenía a todo el cuerpo de policía estudiando un crimen que yo había producido y sin llegar a ninguna conclusión. Cobraba más y donaba más a la beneficencia, por lo que me sentía más realizado. Y lo que era aún más importante, sentía que había ayudado a mejorar el mundo quitando a ese hombre de en medio.
Me sentía bien, sí. Muy bien, a decir verdad. Genial. Fueron de los mejores momentos de mi vida.
Sin embargo, pronto me di cuenta de que en el mundo hay más de una manzana podrida. Y si yo no las erradicaba, nadie lo haría.

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