EL DIABLO VISTE UN ARMANI
CAPÍTULO 1 (1/5)
Ojo por ojo
Era un día como otro cualquiera para la ciudad de Nueva York. Un típico día de primavera. El sol en el cielo brillaba con intensidad e iluminaba la amplia calle por la que Robert transitaba. Robert se dirigía a un pub. Un pub verdaderamente famoso en Nueva York, no por su dueño, ni por sus bebidas, ni por su camarera, ni tan siquiera por su estructura. En todos esos aspectos era el típico pub americano. Un lugar acogedor y lleno de ruidos en el que tomar una copa. Pero un pub no se hace famoso por su normalidad. Ningún otro pub era tan famoso por aquel por un motivo tan extraordinario. Y es que este pub era famoso por uno de sus clientes. Este cliente no era Robert. En realidad, Robert venía a visitar a este cliente. Decían que ese cliente misterioso que frecuentaba nuestro pub era capaz de conseguir cualquier cosa. Robert no era un hombre que creyera en este tipo de rumores. Bien podía ser una leyenda urbana. Robert hasta dudaba de la existencia de este pub y de la su misterioso cliente.
Entonces, ¿qué hacía Robert dirigiéndose a este pub? Pues vereis, la situación de Robert era cuanto menos precaria. Acababa de cumplir su 2º año en la ciudad que nunca duerme y ostentaba ya la edad de 27 años. Antes, Robert había residido en otras ciudades importantes, como Belfast, Dublín, Londres, Chicago, Boston,... y en ninguna había conseguido un trabajo estable. Él era de Irlanda, nació en un pequeño pueblo del norte y fue el último hijo que sus padres tuvieron. Robert destacó más que sus hermanos en lo relativo a los estudios y sus padres le dieron la oportunidad de irse a estudiar fuera de su pueblo. Y así hizo Robert. Empezó estudiando en Belfast y acabó sus estudios en Dublín. Contaba 22 años cuando se mudó a Londres, donde subsistió un año a base de la realización de diversos trabajos cuanto menos deplorables para un hombre de su educación. Cuando se cansó de su humilde existencia decidió emigrar a EEUU (¿gran tópico, no?).
Allí vivió en Chicago de la misma forma que en Londres y decidió irse a Boston, donde se repitió la historia. Había desperdiciado tres años de su vida cuando se mudó a Nueva York. Y allí las cosas empezaron a funcionar. Después de un año de trabajos vergonzosos, consiguió llegar a una gran multinacional en al que empezó a trabajar como becario. Pronto le ofrecieron un contrato y las cosas parecían ir perfectas. En la empresa le empezaron a coger estima y le ascendieron y aumentaron el sueldo.
Con ese ascenso todo empezó a torcerse. los jefes que hasta el momento había tenido en la empresa veían un gran potencial en él, pero el nuevo jefe no lo veía. No le dejaba trabajar y lo tenía realizando tareas mundanas con las que Robert no conseguía aprender y seguir haciéndose grande en la empresa. así llevaba ya 6 meses. Acostumbrado a su rápido ascenso, Robert no concebía el hecho de que este se pudiera detener. Y por eso fue prendiendo en él una idea. Una idea quizás maligna. Una idea quizás errónea. Pero en cualquier caso una idea. Una idea que, en un hombre tan pasional como Robert cobró una fuerza inusitada.
Robert debía matar a su jefe para seguir prosperando en la empresa. Además, al muerte de su jefe le permitiría a él ostentar ese puesto, muy cercano a las altas esferas de la empresa.
Durante meses, Robert estuvo pensando como matar a su jefe sin mancharse las manos, hasta que escuchó un día la fama del pub que estaba a punto de visitar y no pudo contenerse. Se dirigiría al pub.
Mientras os narraba todo lo que motivó a Robert a ir al pub, él ya estaba llegando a este. Encima de la vieja puerta de madera de roble del pub colgaba un gran letrero que rezaba:
Devil's Pub
No hay comentarios:
Publicar un comentario